Todos los autos rojos tienen el mismo aroma,
cuando atraviesan el pórtico de mis ojos
destellan luz o sangre.
La luz es intensa, y sin embargo tenue,
como los focos que hay envolviendo
con fluorescencias la habitación.
La sangre apenas mueve
un soliloquio en mis emociones.
Pero en conjunto las dos me hieren
y se adelgazan bajo mi piel.
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