Prendiste con rigores abismales
al ávido fulgor de mi ventana
y luego con pasión… tal vez temprana,
hablaste de tus signos patriarcales.
Pude entonces… en altos ventanales
urgidos de la sombra meridiana,
del tiempo remontar en la mañana
tus ímpetus que copian las vestales.
Quisieron tus rigores y las diosas
ungirme hoy… esclavo de tu hechizo
y pude conservar entre mis cosas
la austera claridad que en ti reposa,
y fue tal vez así… que el alma quiso
surgieras del capullo, primorosa.
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