Te pinto con pinceles de Picasso
y el lienzo de la vida
se desnuda ante ti
y sea el ocaso
como una perla ungida
si eres joya impaciente de mi abrazo.
Te cincelo fugaz
en el retazo de la nube pura
que llueve a diario
y abrazo tu cintura
al tiempo de mirarte
en el campo de azahares rutinarios.
¿Imaginas tal vez mi sueño impuro
besando tu corpiño
en otros tus adioses
llorando como niño
en mi temible sombra
y balbuciendo con mis labios voces?
Cuanta impiedad señera,
y cuanta paz contrita...
hoy alegra el verdor de tu pasado.
Tu rostro tan rondeño ya me incita
de los enigmas a surtir la hora.
Te escribo con el trazo de Neruda
estas mis pobres líneas
y la verdad más cruda
tan honda como el gozo de mi alma,
que rueda sobre rieles
como el antiguo tren de sensitiva calma.
Seré en tu aventura
como el manzano de gusano y seda
que ofrece nuevas mieles,
como el lejano simposio de dulzura
arrastrando el dolor que te remeda.
Sean pues, luego, aquellos mis bajeles
azote de los mares,
campana en la floresta
y luego así llevar a tu castillo:
mis liras, mis pendones y claveles.
|