Pues tremenda catástrofe, Dios mío,
el naufragio insensato del Concordia,
cuando ni la mejor misericordia
al accidente salvará del lío.
Pues de ninguna explicación me fío
entrando por supuesto en la discordia,
porque a las víctimas quizás incordia
mirar al barco ahora de vacío.
No escapa el capitán de su imprudencia
metiendo al trasatlántico en la roca
y abandonando el buque aquí el primero.
No dormirá tranquila su conciencia
oyendo lo que salga de su boca
cuando ingrese en prisión por embustero.
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