Observo en la distancia
como se difumina mi existencia,
y aunque culpar no quiero a la experiencia
no por ello carece de tener importancia.
Porque aún siendo víctima de la burda ignorancia
de los daños me cuido con paciencia
reflexionando a veces a conciencia
cómo me fue la infancia.
Porque, de veras, con temor me acerco
definitivamente a la verdad que hiere
sin controlar el cómo voy, ni el cuándo,
ante tanta evidencia me dirijo bien terco,
porque así mi cabeza lo prefiere,
hacia la sepultura cada día volando.
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