Enamorada de tu propio ombligo
el cerebro te llenas de ilusiones,
ojalá no te duelan los riñones
cuando te engañe un zángano de amigo.
Yo desde aquí de corazón te digo
que bien cubierta estés de bendiciones
aunque costar te cuesta tus millones
garantizarte, claro, un buen abrigo.
Con el tiempo seguro que maduras
y las cosas verás de otra manera
cuando te vuelvas, pienso, más prudente,
pues con la edad el cometer locuras
a cantidad de gente desespera
y hasta se vuelve loca de repente.
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