Tener ímpetus para escribir cuando se está
en la tercera edad y ya avanzada es un milagro
de Dios sobre todo con la incapacidad de un
síndrome del túnel carpiano que ha afectado
diabólicamente mi mano derecha, pero aquí
estoy para escribir mi poema número 400 en
estilo de prosa poética como ejercicio mental
y de paso para recuperar elasticidad manual.
Como domina el hemisferio derecho de mi
cerebro soy zurdo natural pero mi maestra
de primer año de primaria me obligó a usar
la mano derecha para escribir, la que usan
los toreros para matar y para cobrar y los
amantes tentones para acariciar a sus nenas
de bellas formas de los pies a la cabeza.
Pablo Neruda dijo un día “puedo escribir los
versos más tristes de esta noche” y a mi no
se me ocurre pergeñar ni una lágrima ni el
soborno de un suspiro pues las musas se me
han ido de vacaciones a Dubay, a esa super
nueva Disneylandia en donde cuando se les
acabe el petróleo se sentarán los jeques
árabes a llorar su pródiga imprudencia y
a ver con ojos arrancados sus acartonados
edificios carentes de belleza arquitectónica
y sin un gramo de la mas curiosa y verdadera
historia señorial y mucho menos inventada.
Ramón López Velarde le escribió a Fuensanta
sus poemas de dulce canonización y a la Patria
sus arranques metafóricos con “la exquisita
partitura del íntimo decoro”; Rafael Alberti en
su “Púrpura nevada” a los vientos de porosa
gangrena esteparia y a los congelados mares;
Jaime Sabines a los pétalos quemados, a la hora
del atardecer y a la sirena de una ambulancia,
inclusive, propuso llevar a las hetairas a los altares.
Yo le escribo en esta pobre prosa poética a la
honestidad, pero no a la convencional que se esconde
y se disfraza en los foros políticos y que obsesiona
a los mediocres y que gradualmente y en leves
matices pasa a confundirse con la infamia. Dedico
estas líneas a la ética desembozada de los dueños
de las parcelas y a los propietarios de las casas
de adobe con piso de tierra que siembran el maíz que
a diario comemos. Sea mi poema 400 para las más
altas perspectivas del hombre, los adustos equilibrios
del alma humana y las justas balanzas del cosmos.
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