Con singular delicia hundí en tus carnes
mis dedos amorosos y felinos,
mientras vi en tus labios tan divinos
el resplandor de tus doradas tardes.
Crispose el mar azul en sus destellos
y el sol calmó sus rayos a lo lejos,
refulgiendo candentes los reflejos
de tus ojos eternos y tan bellos.
Qué momento de juvenil lujuria
en mi memoria de crispante bruma,
rendida estabas en la suave espuma
mientras una ola te bañó con furia.
Y al verte tendida en las orillas,
surgiste como rosa entre las peñas
y con un dejo perdido entre las breñas
hiciste me postrara de rodillas.
Acapulco, Guerrero. 01-V-1965.
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