Porque entre soledades me despierto
nunca olvido su hechizo cada día,
hoy me quedan los gestos todavía
que alegran los confines de mi huerto.
Y gracias que un milagro reza cierto:
que esta sana y aguda mente mía
huyendo cada vez de su manía
no me deja tirado con el muerto.
Porque sigo creyendo en mi constancia
una vez que las flores envejecen,
al instante mis ánimos disfrutan
con signos de razón y tolerancia,
porque las almas buenas enriquecen
a quienes sus virtudes no disputan.
|