Antes de conocerte
yo no era nadie, más que un vacío,
razón por la que pienso yo, amor mío,
bendecir cada día mi más humilde suerte.
Tanto que pido a dios no dejar de quererte
por no meterme más en ningún lío,
y aunque mostrar me muestre siempre frío
que aguante hasta la muerte.
Ya seremos testigos poco fiables
de las penas y glorias que cada cual cultive,
según sople a ráfagas el viento,
pues ante los problemas no somos muy amables
quién sabe, porque el ego lo prohíbe,
dando quizás al traste con cualquier sentimiento.
|