No quiero que me muestres qué se esconde,
muy detrás de los guiños inocentes,
cuando los gestos son más aparentes
que el admitir el cómo y hasta el dónde.
Tanto afecto de pronto no responde
a esa sarta de halagos tan frecuentes
que hasta hoy parecían complacientes
pero que a su pasión no corresponde.
Tampoco quiero ser el adivino,
que en todas las palabras se imagina
el cuento que mejor me satisfaga,
buscando noches de jolgorio y vino
donde sé que disfruta mi retina
y se lastima un poco más la llaga.
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