No quiero confesar el duro instante
cuando observé tus alas rumbo al viento,
al ver como ningún buen argumento
seguía mi recato en adelante.
Desde entonces no cesa mi semblante
de herir y maltratar su sentimiento,
buscando en la partida aquel momento
para poder seguir vivo no obstante.
No me lastima tanto la distancia
como ese mogollón de ideas locas
que se pasean vivas, todas juntas,
de las que solo puede mi elegancia,
derramar sus recuerdos en las rocas
por ver si alguien contesta sus preguntas.
|