Nada importa pecar, si al fin y al cabo
el Vaticano todo lo perdona
echando un buen dinero en su tahona
hasta se obtiene el cielo del esclavo.
Y es que quienes no tengan un centavo,
aunque muestre del Rey su gran corona
e incluso comparezca muy santona,
no medrará ni sacudiendo el rabo.
Quizás nunca reclame mis perdones
que al ser ateo, encima solicite,
que dios me asista en los momentos crueles,
pidiendo por el morro ricos dones
sin ser habitual huésped del convite
degustar del banquete de sus fieles.
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