Cuando me regodeo bien a solas
y barajo a disgusto el pensamiento,
no quiero encontrar otro argumento
que me coloque a salvo de las colas.
Pues me muevo en un campo de amapolas
sin que persiga adredes el tormento,
a salvo de cualquier resentimiento
y dueño de mis súbitas cabriolas.
Así es como organizo sueño y vida,
relegando ilusiones sin futuro
tan pronto se me vuelvan exigentes,
sin que nada lo evite o me lo impida,
pues aunque luzca a la razón muy duro
mis ideas se muestran transparentes.
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