Sangre y alma tenía por la mañana
mi cuerpo empobrecido por las llagas
que no se ven ni siento,
pero aúllan al pie del frontispicio.
Y supe remontar el cruel misterio
del galeno de voces cadenciosas
y el golpe del cauterio.
Tendido yo en la plancha
tan alta y tan sombría
que casi ni presiento,
del hospital que huele a bruma y cloroformo
recé la fiel plegaria
que dicta para Dios el sentimiento.
Con toda el alma mía
me puse en la vertiente del destino
y pude de tal suerte
escalar la fluidez de mi camino
y en sueños siderales
tal vez cicatrizar el ser tan mío.
El radio y su terapia
sanó sin nubarrones la congoja
del profundo surcar de mis bajeles
y supe de la vida
probar los vaticinios
que endulzan la floresta con sus mieles.
Así como ya ven, rendí mis cuitas
al pozo milenario de ansiedades
y fui con esperanza
a entregar mis dolores y mis males.
¿Y saben lo que más me ha sorprendido
en ese viaje agreste
acuoso como río
de peregrinos trazos?
Sentir mi sangre y alma… en la montaña
fundirse como gotas de rocío.
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