Vulnerable me siento tantas veces
que sin querer la soledad me asusta,
como si un desarmado con su fusta
hiciera caso omiso de los jueces.
Incluso al escuchar estupideces
el menor argumento me disgusta
porque su causa considero injusta
aunque parezcan bravas sus sandeces.
Y me acomodo en medio de la nada
al no tener que vérmelas sediento,
pidiendo a los demonios un rescate
por mantener indemne la mirada,
claro,sin relegar al sentimiento
a cometer un burdo disparate.
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