Quizás si el ego se sintiera atado
al cambio permanente de apariencias,
no fuera extraño verle sus carencias
muy cerca del cualquier acantilado.
Pues yendo por la vida desconfiado
bien podría perder las referencias,
que a menudo tan malas consecuencias
le depara el destino desdichado.
Porque si en vez de despertarse ciego
de la realidad vertiginosa
escabullendo torpes discusiones,
pudiese lúcido escapar del fuego
igual vería que la vida hermosa
también existe libre de marrones.
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