Enséñame la copa de tus penas
y muéstrame un camino sin rivales
los ocres veleidosos y ancestrales
de esas uvas maduras de arenales

en boca las esencias se confunden
y dentro de mi alma se delatan
exaltando sentidos vicerales
los tintos macerados de frutales

tus manos sembraron la cordura
y con sabor a setiembre recalaron
en las abruptas mieses
en las rosas marchitas, abocadas
como ese vino tinto de zarzales

que se cata en silencio, sin altares
que se mezcla entre moras y rosales
arrebatando lirios y olores
entre taninos rojos y avatares.

Atardeceres se mezclaron en la fiesta
amaneceres perdidos en el alba
anunciaron el vino y la esperanza
como queriendo juntarse en la bonanza

los grises, los tonos verdes,
la lujuria, la vida misma
que se ensancha corriendo en la pradera
en pos de un infinito que se enreda

La esperanza y el vino nuevamente
acariciando el ser del hombre
embriagando la paz de las estrellas
anunciando el amor y la alegría

y acabo con todos los sentidos
en alerta para limpiar la copa
para morir bebiendo si es preciso
el vino tinto el credo y la esperanza.

no me canten canciones si yo muero
ni me quiten el manto que me tapa
mas bién regalenme una copa
que con ella redimiré tus besos
y escalaré mi cielo por el norte

y con abrazos locos y desnudos
con la templaza, los recuerdos,
mis pies descalzos, la piel nocturna
de mis sueños perdidos arribaré
en las rocas de lava, en la sal,
en el vino ¡En la esperanza!

Fernando Pérez.