Y siempre con el mismo y tenaz cuento
de allanar el camino a cada paso,
cuando nadie te prestó el menor caso
salvo para afianzar su mandamiento.
Toda una vida de trabajo cruento
previendo que la vida era un fracaso,
pues mientras se duerme al suelo raso
rondarte sólo puede el sufrimiento.
Así padre sin queja ni perdones
marchaste tan callado al otro mundo
callando la fatiga y la desgana,
pues ni al ver en silencio tus marrones
nunca soltaste el odio furibundo
que anegó tu conciencia puritana.
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