Si tan prolija rula mi cabeza
al desandar sumisa su camino,
no pisotearía mi destino
sacándole de quicio su entereza.
Porque si el alma esconde su belleza
recibiendo de espaldas a su sino,
no necesito ser muy adivino
si desterrar pretendo la maleza.
Pues podría pasarme por la vida
sintiendo la estrechez pobre de fines
que en mi coraza surjan de antemano,
porque entonces de puro aborrecida
de poco servirá rezar maitines
en un mundo que bota tan profano.
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