Aquella tarde obscura y negligente,
despertaba una dicha en mi inconsciente,
entre marinas aguas desoladas,
entre coplas ardientes, maceradas.
Estrechamos el llanto por doquier,
y todo aquel desorden amazado,
se hizo trizas y voló en la maresía,
hasta morder el polvo que acechaba.
Fue un mudo testigo la conciencia,
de aquellas tempestades en el alma,
de las dudas rabiosas que ocultaba,
el dolor que por dentro me arrasaba.
No fue en la tarde solamente,
cuando aquel mar alborotó silente,
las alegrías, las olas en la playa,
y un amor que se rompió en septiembre.
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