Si acallar se pudiera de lamento
el daño que ocasionan los profetas
cuando vender consiguen sus recetas
y de paso también, algún tormento.
Ojalá que con todo el cargamento
sin rechistar hiciesen las maletas,
y consigo se lleven cuantas tretas
intenten colocar sin sentimiento.
Con miedo fácil convencer resulta
a quien no tenga dos dedos de frente,
ni por supuesto joyas en el banco,
que por mentir jamás se paga multa
aunque fueran pillados de repente
trasponiendo las curvas de un barranco.
|