No puedo sospechar que a nada aspiro
sin sentirme del diablo prisionero,
pues porque siendo esclavo del dinero
a menudo de miedo ni respiro.
Y no quisiera yo pegarme un tiro
delante de la cara de un banquero,
si después de acusarle de usurero
con mucho más desprecio aún le miro.
Nunca podría descansar a gusto
en mi casa y pensar que unos ladrones
por la espalda me dan también por saco,
porque me moriría del disgusto
viendo como disfrutan los cabrones
mientras muchos bendicen el atraco.-
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