¿Cómo no voy a desconfiar de la ola
si de ningún destino ruin me fío,
bregando sobre un mar de aguas bravío
y lejos no se ve ni una farola.?
Porque ver ya quisiera la amapola
sobre la tierra libre de atavío,
y disfrutar del lógico albedrío
sin echar mano nunca de pistola.
Como pez en el agua y sin salitre
bien sentado delante de un pupitre
casi nunca me muevo muy a gusto,
pues tan acostumbrado a ver lo justo
estoy que más allá de los sesenta
con muy poco un marino se contenta.
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