Pero curtido en una y mil batallas
aún temo pisar a cada paso,
sin que mi vanidad haga ni caso,
una bomba repleta de metrallas.
Al moverme en un mundo de canallas
no será carambola por si acaso,
si un día tengo que dormir al raso
sin esperar a cambio las medallas.
Y ya me gustaría que mis hombros
descargados de impúdicos escombros
no temieran cargar su propio peso,
soñando recibir el dulce beso
que en el relato lóbrego del cuento
le quita cobre y dolor al pensamiento.
|