Vagar a la intemperie solo vaga
de forma que ningún calor advierte,
pues siquiera velar su mala suerte
serviría a su cuerpo que naufraga.
Y una vez que la paz se vuelve aciaga
sólo le queda ser bastante fuerte,
haciéndose rogar ante la muerte
por si la tierra vivo se lo traga.
Así igual nos denuncia su presencia
preguntando por qué sus piernas sudan
mientras se tambalean ante el mundo,
cuando una vez perdida la conciencia
apenas los lamentos se sacudan
libres ante el rechazo más rotundo.
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