Por afrontar sin miedo tanta herida
a trompicones yo las fui cerrando,
sin escoger jamás como ni cuando
puesto que no era dueño de mi vida.
Pues temiendo mi fe comprometida
no quise nunca más seguir penando
al ver que los culpables disfrutando
no me facilitaban la salida.
Y cuántas ilusiones malogradas,
fácil por la penumbra de la noche,
se hundieron todas, creo, en el abismo,
como esperanzas, Dios, abandonadas,
asustado por tanto cruel reproche
que a la sombra se dan del cristianismo.-
|