Me esfuerzo en aprender de la experiencia,
pero he de repetir bastantes veces,
si no quiero sufrir de las sandeces
que a mi cerebro acuden con frecuencia.
Ya supone bastante penitencia
mantener el carácter en sus treces,
queriendo persuadir a tantos jueces
que sin parar me minan la conciencia.
Y justo alcanzo el borde del abismo
adorando la ciencia y el derroche,
pero pienso que Dios del mal me libre,
si no quiero llenarme de alarmismo,
siendo consciente de cualquier reproche
si no locura de peor calibre.
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