Midiendo cada paso con cautela
hacia ninguna parte me dirijo,
quien sabe, porque Dios no me bendijo
y expiar debiera mis pecados, tela.
Fácil, este señor de mí recela
porque no soy un verdadero hijo,
obediente, elegante, sabio, pijo,
de los que el corazón de mármol hiela.
Porque la fe sin obras disminuye
si sólo se alimenta de palabras
que tal vez se repitan de rutina,
tanto que de la senda diaria huye
porque al considerarlas muy macabras
al oído machacan cosa fina.
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