Como el hielo se rompe mi cabeza
mientras el corazón parece fuego
cuando traspasa las colinas ciego
tasando su robusta fortaleza.
Nadie me acuse más de vil pereza
ni de un sutil y detestable apego,
siempre que a la batalla fiel me entrego
no exento de mi dosis de tristeza.
Y débil reconozco mis postura
una vez que metido en la movida
la marcha a tras ninguna opción ya tiene,
porque viendo coherente mi locura,
por mirarla conforme y atrevida
con muchísima vida me mantiene.
|