Porque gracias al mundo
aprecié el formidable y cruento filo
de las palabras, que al tenerme en vilo
divagar nunca pude de amante vagabundo.
Y aunque por la ventura sienta un amor profundo
me manejo a menudo con sigilo,
porque en andar me esfuerzo con estilo
y un aprecio rotundo.
Pues del instinto yo aprendí sus leyes
a base por supuesto de recibir zarpazos,
adivino en la cima del cogote,
tanto que de momento ni siquiera los reyes
se mueven a sus anchas a codazos,
si salir expulsados no desean al trote.-
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