Tocar el cielo quise con las manos
cuando de joven me comía el mundo,
con el convencimiento más rotundo
que compartir pudieran los hermanos.
Fácil que los intentos fueran vanos
teniendo pinta yo de vagabundo,
cosa que reconozco en un segundo
hoy que luzco los pelos todos canos.
Pues oxidados duermen mis recuerdos
después de que frustrado por la peña
el ego se refugia en los laureles,
tan incapaz de negociar acuerdos
que al fuego mete con pasión la leña
perdiendo a buen seguro sus papeles.-
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