A la muerte le pido que me deje
marchar con la conciencia tranquila,
aunque el último sea de la fija
y por ello me acusen hoy de hereje,
Difícil no será que yo me queje
si mirando al ladrón que me vigila
alejar no pudiera la pupila
de cualquier baladrón que me corteje.
Porque eterno no soy, según entiendo,
que en paz vivir me dejen los mangantes
si ocultos todos duermen como ratas,
porque nunca jamás mis trovas vendo,
aunque sonar interesantes
y caminar les vea a cuatro patas.
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