No quiero vomitar mi propia queja
envidiando los logros del vecino,
pues aunque me pillaran de camino
con la avaricia nunca hago pareja.
Porque viendo la mosca tras la oreja
a menudo los golpes del destino
hacer pudieran que perdido el tino
al medrar me rompieran más la ceja.
Porque nunca se está del todo a salvo,
ni durmiendo entre mantas de algodones
si en mitad de un planeta de truhanes
el más inútil hoy se queda calvo,
si descuida tal vez sus pantalones
y también la mitad de sus afanes.
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