Hoy me tomo tu ausencia
como una gracia que cayó del cielo,
pues aunque me consuma el desconsuelo
con creces ya sufrago la sutil penitencia.
Y lejos de mí aguardo la menor dependencia
sin querer levantar los pies del suelo,
arriesgando perder mi poco pelo
por asuntos de herencia.
Porque sé cuánto sufro y cuánto cobro
cuando la procesión por dentro no descansa
tejiendo siempre ajena a mis pecados,
y mucho soy consciente de cuanto yo maniobro,
que muchas veces mi razón se cansa
de ver sus argumentos bastante trasnochados.
|