Pagando el hambre al precio que me piden
voy por el mundo dando trompicones,
porque escuchar no puedo las razones
de quienes los derechos me lapida.
Jamás espero que por mí decidan
si de por medio están las emociones,
y menos todavía las pasiones
que todo lo que tocan lo liquidan.
Quizás aún me falte coherencia
al emitir mis juicios de valor
relativos al don de los humanos,
que burlarse se burlan a conciencia
de quien la vida lleva con humor
a pesar del trajín de los tiranos.-
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