Para que las palabras no me hieran
tapones yo me pongo en los oídos,
de forma que no escuchen alaridos
ni torpes argumentos que no quieran.
Quizás cariño y besos hoy prefieran
que ya muy hartos de escuchar silbidos
sentirse sí se sienten compungidos,
sin dudarlo hasta el día que se mueran.
Porque siento también como a menudo
los días se me vuelven un sofoco
que sin razón apenas si me aguanto,
pues ante los problemas yo me hundo
al no dejarme de comer el coco,
aunque paciencia tengo como un santo.-
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