Nunca el hambre de gloria me ha supuesto
poner bajo peligro mi controles,
pues nunca actúo sin prever mis roles
y menos sin sentirme predispuesto.
Con humildad he echado siempre el resto
tal cual se las ingenia los crisoles,
excepto cuando yendo de faroles
que de pronto me sienta algo indispuesto.
Si mejor que uno mismo, de repente
nadie conocerá tu propia vida
hasta los más simbólicos detalles,
sabiendo bien que desnudar la mente
a veces es cuestión muy dolorida.
Yo te aconsejo siempre que te calles.
|