Atado a las estrechas autopistas
de lo que conocer interesaba,
cuánta sin razón no me tragaba
evitando los gritos alarmistas.
Así fue como en tono algo bromista
mi alma loca y feliz se sosegaba,
reprimiendo cuanto se callaba
al detestar un credo conformista.
Porque así la rutina aseguró
el mantener a salvo su pellejo
aunque nunca evitara la miseria,
tanto que nunca a lo mejor pensó
llegar con la conciencia hoy a viejo
y sin rubor mostrarse por la feria.
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