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La primera de varias.

Y como dos niños pequeños
Con sus juegos y chillidos
Supimos apagar el fuego
Que ambos construimos

En aquel azul desconchado
De sillones ya viejos
De muelles desgastados
Y faltándole un espejo.

Tu resistencia se oponía
A la evidencia de mis deseos
Los cuales también tuyos eran
Alargando mi agonía

Mi impaciencia suponía
Mil momentos ciertos
Más aun se perderían
En el placer del momento.

Ya embaucados los dos
Por la sombra del otro
Supimos ser uno
Siendo cada uno lo suyo…

Aquí comienza la blasfemia hecha lujuria:

Mi cuerpo tembloroso e incierto, se intentaba apoderar de cuanto ocultabas entre tus piernas, ya que te oponías por ideales más que por ganas a perdernos en el infierno del calor de una noche.

En aquella rotonda de dios sabe donde, suprimimos nuestros principios para resaltar nuestros deseos, eliminando los prejuicios y valorando el momento….

Mis ojos ardían en las llamas de tu cuerpo, se perdían entre tus dulces curvas dibujadas por pintor incierto, que eran capaz de embriagarme como lo consigue una botella de cualquier licor.

Mis manos eran tu cinturón de seguridad, te agarraban con fiereza a la vez que con delicadeza, pues el miedo de perder mi fuerza en aquella pieza de coleccionista era tal, que mi cuidado se hacia aliado de mi brutalidad.

Comencé a sangrar placer por los poros de todo mi cuerpo, sentir tu piel sobre la mía era quemarse con la mayor llama jamás nacida del inframundo, y tal fue la llama, que todavía tengo quemaduras de cientos de grados.

Quien me diría a mi, que me perdería en la jungla de tu infierno.

Sin cuernos ni tridentes, fuiste el Leviatán de mi tarde tardía y pérdida en la noche de horas y horas en la parte trasera de un coche, que apenas aguantaba su porte, y este, se balanceaba más fieramente que un barco de papel sobre olas de altura milenaria.

Tus ojos, eran lava y se derretían junto al placer de los míos, en un juego mutuo, donde los dos éramos la prisión del otro.

Mis oídos, sufrían al escuchar aquellos alaridos redundantes dentro de mis tímpanos, deteriorando mi moral y convirtiéndome en una salvaje bestia que cuya furia seria domada por la princesa de la dulzura destructora.

Como aquella chica de rostro femenino y de labios de cristal podía ser capaz de tener el don de dejar de ser una princesa para convertirse en la musa del placer.

Teniéndote encima, desnuda, desarmada, y al parecer bajo mi control, supiste explotar con cientos de brincos, gritos, haciendo de mí una montura caballeresca a domar.

Aun recuerdo esa primera vez, que ni mi olvido podrá olvidar en sus calles donde suelo fusilar mis recuerdos.

Ese día, esta sellado en mi cabeza hasta el día en que me selle una lapida.


AbelMa

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Publicado el: 12-10-2013
Última modificación: 00-00-0000


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