Dudando que existiera un gigantesco
mundo que atravesaba mis fronteras,
no evité traspasar sus cordilleras
donde poder hallar un buen refresco.
Y con ese aire puro y quijotesco
disfruté mis mejores borracheras,
sin abrazar prejuicios ni banderas
aunque pudiera parecer grotesco.
Y arriesgué mi pellejo más preciado
denunciando sin tregua la injusticia
aunque pusiera en juego mi fortuna,
tanto que a veces fui muy desgraciado
seguro que por falta de pericia
o quizás porque andaba por la luna.
|