Si me paso los días cavilando
los pequeños detalles de la vida
que me tengan el alma entretenida,
será porque prefiero andar pensando
desde ya cómo vaya asegurando
de ser cuanto el estómago me pida,
y no sea la mente quien decida
el memento del cómo ni del cuándo.
Si decido morirme igual de hambre
en un mundo repleto de riquezas
que no sea repleto de temores,
hasta acabar desecho como un fiambre
pregonando sin fe mis sutilezas
aunque lo fueran hoy de mi colores.
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