Risa y vino tenía mi carnaval
tuxtleco y además vaticinado
por una linda moza
en mis sueños divinos de soltero
en el instante mismo de mi vida
como entrada airosa
a un futuro feliz e insospechado.
Cuántas noches de risa iluminada
en sana fantasía,
y cuántas luces en los altos muros
de las casonas viejas,
la faz de la algarada…
los tiempos bien vestidos,
inciertos como pájaros dormidos
y algunos cual castillos con sus hadas.
Era un pueblo feliz y sin deslices
de calles siempre limpias,
pero ajeno a las sucias cicatrices
de aviesos gobernantes.
Y en ese mi solar casi divino
gozábase la plebe
en los bailes ilustres del Casino
sin fetiches ni poses petulantes.
Era mi Tuxtla árbol de mi nido
forjado de ilusiones
y en la cumbre de toda mi nostalgia
la nube de mi sueño.
Un tesoro escondido en el islote
de gratas fantasías
era el venero de sentirme dueño
del júbilo glorioso de mis días.
Quiero decirte así mi Tuxtla, herida
por aquellos que poco te conocen
que guardo en mi memoria
la estirpe de tu raza…
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