Negado a compartir mis ilusiones
tanto como a tirarme del ombligo,
quizás nunca yo encuentre un buen amigo
que al instante comprenda mis razones.
Y es que a veces confundo mis pasiones
con la exquisita delgadez del trigo,
ya que lejos del gusto que persigo
sólo obtengo simbólicas presiones.
Porque hasta no afrontar sólo mis miedos
al ver sus varapalos en la cara
quizás nunca descubra mis flaquezas,
pues aunque tema mucho los torpedos
si acaso la memoria me fallara
bien sé cuando cometo mis torpezas.
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