Si toda democracia se la juega
con la ambición de cada ciudadano
quizás termine yendo de la mano
sabedora también que se la pega.
Pues al pueblo no basta ya su entrega,
aunque marche perfecto como un piano,
siempre y cuando las tretas de su hermano
no corrompan del todo su talega.
Mientras hable la voz de la barriga
poco caso le presto a las batallas,
que vendidas a modo de los cuentos
funcionan a caballo de la intriga,
como quien compra un kilo de caballas
para acallar sus propios pensamientos.
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