Como nunca existió soñar inquieto,
bastante alivia un maldecir consciente
que devuelva a la vida su aliciente,
y merezca del mundo su respeto.
Porque al quedar el ánimo tan quieto
no se recobra fácil el presente,
y la bondad sería más prudente
aún teniendo a mano un amuleto.
Porque no sea afán de un buen amigo
que quiera revivir pasados lances
el despreciar la sombra del pasado,
si no fuera el honor lo que persigo
por evitar de veras los percances
que sin duda me tienen maniatado.
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