No ansío más felicidad ni empeño
que no pueda de gusto soportar
sin verme condenado a razonar,
a solas, el talante de mi sueño.
Ni tolerar mi orgullo más isleño
achuchando mi mente a controlar
lo poco que me cuesta alimentar
un amor más ansiado que hogareño.
Acaso no haya visto de este mundo
sus virtudes mejor consideradas
ni hurgando en las entrañas de la tierra,
pero quizás me baste un no rotundo
de mis necesidades más ansiadas
para no fomentar ninguna guerra.
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