Basta ya de morder con desconsuelo
ese sutil dolor casi inhumano,
si junto a la tristeza es un reclamo
que impide levantar los pies del suelo.
Basta ya de negarse el dulce vuelo
tal si la vida fuera un lance vano,
y uno mismo el mejor y audaz tirano
que reprima su antojo con desvelo.
Basta ya de sufrir crueles tristezas
mientras dejen de lado un buen presente
reo de la feroz indiferencia,
y basta de soñar con las torpezas
como quien se despierta de repente
falto quizás de lúcida conciencia.
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