No anhelo, hoy, la fuerza de los vientos
ni la virtud devota de los santos.
Anhelo la justicia,
la verdad cimera, el sentimiento
y el suave mitigar de las nostalgias.
No anhelo, hoy, riquezas ni fortunas
ni el orto singular de primavera.
Anhelo la primicia
del tiempo y los espacios
y de las sendas la quietud suprema.
Anhelo tantas cosas:
La recta meridiana,
la suave castidad de las pasiones,
el faro del silencio
y el limpio titilar de la estrellas.
¿Cuántas formas anhelo?
Ausencias, ilusiones
y el suave palio de cien mil fatigas,
las rosas funerarias del incienso
y el traje perspicaz del pensamiento.
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