Hace bastante tiempo yo aprendí
que guardar el rencor en mis adentros
sólo servía para hacerme daño
y arruinarme la vida de inocente.
Pues cruel lucía, diablos, el dilema
que sobre mi razón se planteaba,
caminar pareciendo un mentiroso
o calcular de lejos mis desdichas.
Y así fue como a solas me propuse
expulsar mis apegos al abismo
donde no me sirviesen de consuelo,
pues cara me salía la factura
si por arte de magia en cualquier lío
me sorprendían, ante Dios lo juro.-.
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